jueves, 18 de diciembre de 2014

Torres Dulce tira la toalla


No hay ninguna duda de que el Fiscal General del Estado, Eduardo Torres-Dulce, es un jurista conservador. Por sus opiniones, por ejemplo, favorables a la "non nata" reforma del aborto del dimisionario Ruiz Gallardón, o por sus criterios moralistas católicos a la hora de valorar algunos hechos (recordemos la muerte de varias jóvenes en una discoteca madrileña que achacó a la nueva estructura familiar actual), la figura de Torres-Dulce se ha distinguido por su óptica de derechas. Algo que no ha ocultado nunca, y que ha demostrado en varias facetas, prefiriendo, pongamos por caso, dar rienda suelta a su afición a la crítica de cine en medios de tinte claramente escorados a estribor. Por eso el PP lo colocó en tal alta responsabilidad, para dejar su impronta en la Fiscalía, reforzando su dependencia gubernamental. 

Sin embargo, en los últimos tiempos se ha distinguido por ser "verso suelto", como lo fuera Gallardón. El gobierno le presionó hasta la extenuación para que impugnara la consulta catalana sobre la independencia, resistiéndose a llamar al orden a la Fiscalía en Cataluña, que no era partidaria de eso, si no se traspasaba la legalidad. Incluso la líder del PP catalán se permitió el lujo de decir en público lo que la Fiscalía iba a hacer (el criterio del gobierno), a pesar de su no acuerdo con el Fiscal General. La corrupción ha sido otro motivo de fricción con el gobierno, pues no se ha plegado a los intentos de enterrar de inmediato los escándalos de la Gürtel o el caso Bárcenas, a pesar de lo incómodo para Rajoy y los suyos. Algunos dicen, además, que el enfriamiento (o ruptura) de sus relaciones viene de cuándo él aspiraba a la Fiscalía del Tribunal Constitucional, un puesto que no le concedieron a pesar de su avanzada edad, y por el que suspiraba para acceder cómodamente a la jubilación

Lo cierto es que ha dimitido hoy, alegando motivos personales, algo que, si no se cuentan esas razones, da siempre lugar a pensar en que el verdadero motivo es profesional, o más concretamente, político. Está claro que Rajoy ya está en campaña electoral y no quiere dejar cabos sueltos. Se cargó a Gallardón, se cargó a la incómoda Ana Mato, ha colocado de portavoz en el Congreso a un verdadero hooligan virulento y chulesco. Y ahora se carga al Fiscal General del Estado, por no ser lo dócil que le suponía. Buenos problemas internos tendrá Mariano cuando se está cargando a sus colaboradores. 

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