viernes, 18 de julio de 2014

La foto del viernes: israelíes disfrutan con los ataques a Gaza


Desde hace cientos de años las ejecuciones han sido siempre públicas. Con ello se buscaba que la población entendiese el resultado de incumplir con el mandato de los gobernantes. Es el "carácter ejemplarizante" que escuchamos alguna que otra vez, cuando algunos en la actualidad piden condenas "adecuadas" para los delincuentes que consideran más reprobables, a fin de que tomen nota los que no están dispuestos a vivir según las normas vigentes. La ejecución pública, además de "hacer justicia", según los valores imperantes, usa del terror a la muerte como arma de convicción. Mas no solo han despertado esos temores en la población este tipo de penas. También han servido muchas veces para dar rienda suelta a las bajas pasiones de parte de quienes las presenciaban. No pocas veces, el reo condenado a muerte, sufría además las vejaciones del público asistente a sus ejecución. Lo que reforzaba los vínculos entre los jerarcas y el pueblo que asistía, como a un gratificante espectáculo a las plazas y otos lugares donde se instalaban los patíbulos. Una especie de malsana satisfacción, de venganza sangrienta, un desahogo que se perpetraba contra los reos, dando rienda suelta al odio, las frustraciones y las iras del gentío. Eso mismo hemos estado viendo durante los ataques del ejército israelí a los territorios de Gaza. Un periodista danés,  Allan Sørensen, colgó en su twitter una imagen de una colina cercana a la ciudad israelí de Sderot, donde se ve a los habitantes de esa ciudad contemplar los bombardeos, sentados en sillas, como en un cine de verano, mientras se divierten con los ataques. El "cine de Sderot" llaman ya a esa colina, que usan repetidamente para ver los efectos de la guerra, a pesar de sufrir también los bombazos de los palestinos. La misma sed de venganza y sangre que en las ejecuciones antiguas. El mismo terror. El mismo cruel sentimiento entre la gente corriente, ante la muerte ocasionada por las élites gobernantes. El mundo de los humanos, que tanta belleza ha creado, sigue siendo, al mismo tiempo, un horror. 

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