sábado, 15 de marzo de 2014

El Ministro del Interior coloca la primera piedra de un cuartel de la Guardia Civil


El Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz ha asistido a la ceremonia de la colocación de la primera piedra para el cuartel de la Guardia Civil que se va a construir en Fitero (Navarra). Hasta aquí todo bien, normal. Al ver la foto que han publicado es cuando hemos sentido un monumental sobresalto. Veamos.

A la tradicional imagen de este ministro, rodeado de miembros de la Benemérita, se  ha sumado otra que viene convirtiéndose también en una tradición en este hombre, y por la que se le ha otorgado el calificativo de "obispo del interior". Es decir, la presencia de elementos religiosos, concretamente católicos, como es el cura bendiciendo la ceremonia, y todos los presentes participando de ella. Ni que decir tiene que me ha entrado el pánico, pues una instalación construida y pagada con fondos públicos (con nuestros impuestos) podría pasar a formar parte del patrimonio de la Iglesia católica, al ser susceptible de inmatriculación por el obispo de la diócesis, al haber sido consagrada por un ministro de la Iglesia. Recordemos que ese es el argumento usado por el obispado de Córdoba para poner a su nombre en el Registro de la Propiedad la Mezquita cordobesa, de la que no tienen documento acreditativo de su propiedad. Además, la imagen de una presidenta, como la de Navarra, Yolanda Barcina, que ampara la corrupción y para la que ha pedido el Parlamento su dimisión, sin éxito, es del todo desoladora. Y, para colmo, que se lleve el apoyo del piadoso ministro y su gobierno. 

Pero lo que pone los pelos de punta es que se utilice para enterrar la llamada "primera piedra", por lo general una urna donde se deposita en su interior un acta de la ceremonia, periódicos de la fecha y algunas monedas, una urna de las que se emplean para la votaciones del Senado, con su tapa naranja incluida, donde se ve la ranura para introducir las papeletas de votación. La urna que se emplea en las mesas electorales y que, en sí, es un símbolo del ejercicio de la voluntad popular. Y éstos se permiten el lujo de enterrar este símbolo, delante de la gente y de las cámaras de televisión. ¿Qué os parece esta metafórica muestra de desprecio a la soberanía popular? Seguro que el beatífico ministro no habría enterrado un cáliz o un crucifijo, pero a sepultar una urna de votaciones, a echarle tierra encima, sí se ha atrevido. Deleznable.

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