martes, 11 de junio de 2013

Y Aznar volvió a hablar


Ayer José María Aznar volvió a hablar, pero no en una entrevista con amigos que le doraran la píldora, como la de Antena 3. Esta vez, sin complejos, como acostumbra a decir, se dedicó simplemente a darnos una "lección magistral", a representar un monólogo. Fue una conferencia en el Club Siglo XXI, a la que asistió la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, para no dar de nuevo la impresión de que no había sintonía entre Aznar y su sucesor.  Querían olvidar la regañina anterior. Y el monólogo no fue al estilo del Club de la Comedia, más bien fue del Club de la Tragedia. Eso nos muestran las frases más destacadas, según sus apologetas, que, leídas entre líneas, dan pánico, por lo que propone y se avecina. Veamos.

"Ese proyecto", el de su partido, o el suyo personal, "debe dirigirse específicamente a revitalizar los cinco compromisos fundamentales que definieron la Transición, pero no puede limitarse a evocarlos, a rememorarlos o a celebrarlos. No basta con recordar, hay que reconstruir." Es decir, hay que darle la vuelta a la Transición. Ya escribió Aznar un libro que se llamaba "La segunda transición", un catálogo de supuestas reformas "democráticas" que se quedó en puro papel mojado. Ahora se trata de volver al "liberalismo de antes", al Franquismo, sin complejos. Pare eso sus apologetas se dedican a defender a Franco y su legado, como ejemplo a seguir. 

"Dejar claro que no está abierta la discusión sobre la Nación española ni sobre su soberanía." O sea, nacionalismo españolista a la vieja usanza. La marca España, como sinónimo de "landismo", folclore, playas, turistas, camareros a sueldos de risa y sin sindicatos que jodan la marrana a los que mandan. Como las campañas de propaganda de su añorado Manuel Fraga, como Ministro de Información y Turismo del Caudillo. 

"Se impone asegurar la división de poderes, mejorando los procedimientos democráticos, corrigiendo la fragilidad de las instituciones y reformando a fondo la organización y funcionamiento de la justicia. Es decir, que todo el poder para el PP, sin discusión, fortaleciendo las instituciones ocupadas y eliminando lo que no está en sus mano. Especialmente en el campo de la Justicia, donde deben quedar de tal manera sus componentes que sus postulados ideológicos sean hegemónicos y se expulse a tanto progre que les estorban y contaminan su ideal.

"Es hora de incrementar la racionalidad organizativa y económica del modelo territorial, tanto en lo que se refiere al Estado Autonómico como a los entes locales." En otras palabras, hay que doblegar a las comunidades autónomas "rebeldes" (Cataluña, Euskadi y Andalucía, sobre todod)  y eliminar la autonomía local consagrada constitucionalmente. Eso demuestran los anteproyectos de reforma local, que van a convertir a los ayuntamientos y otros entes locales en mera administración periférica del Estado. Y ya sabemos que ellos ya tienen el estado en sus manos. Mientras menos poderes haya mejor, parece decir.

"Estabilizar definitivamente la estructura territorial, de modo que, garantizando la unidad nacional tanto como la autonomía, se supere el vaciamiento creciente de lo común y se asegure la igualdad de oportunidades, la igualdad de derechos y la solidaridad de todos los españoles." Unas frases aperentemente positivas, pero que esconden la uniformización de toda España, desde la óptica central. Eliminando cualquier posibilidad de reforma, una vez recentralizado el poder. A este paso los subdelegados del gobierno se convertirán en los antiguos gobernadores civiles y jefes provinciales del Movimiento (popular), dirigiendo la administración (toda) y hasta nombrando alcaldes y concejales entre los afines.

"Tenemos que arrumbar prejuicios y cambiar un modelo educativo cuyo problema esencial no está en los recursos de que dispone sino en la pervivencia de paradigmas fracasados." Más claro el agua: acabar con el "prejucio" de la enseñanza pública, despojándola de financiación y optando a las claras por la educación privada católica. Solo le faltó poner el crucifijo en el atril.

"Nuestro sistema fiscal no se adapta a la sociedad de hoy. Es necesario cambiarlo y ponerlo al servicio del empleo y del crecimiento, no al servicio de las Administraciones." Aquí vuelve la regañina a Rajoy, que ha subido impuestos en lugar de bajarlos como prometió. Aznar pretende bajar de nuevo los impuestos a las rentas más altas (y hasta eliminarlos) para que parezca que eso fomenta el empleo. Cuando los impuestos sirven para redistribuir la riqueza y para financiar los servicios que prestan las administraciones, especialmente a los que tienen menos rentas y que son los que sí pagan más impuestos. El viejo axioma liberal de que cada uno se busque la vida con sus riquezas, y que el estado no intervenga para paliar las disigualdades.

"Hagamos que los españoles vuelvan a ser los protagonistas de su mejor Historia." Con esta frase se cierra todo el espíritu de su discurso. Pero, como en todas, hay que leer entre líneas. ¿Quienes son los españoles, los que pagan impuestos o los que evaden el dinero a paraísos fiscales? ¿Los que viven de su trabajo o los que crean falsas empresas, como él, para pagar menos a Hacienda? ¿Volvemos a la división franquista entre españoles de verdad (ellos) y la anti-España? Este discurso apesta a naftalina y a añejo uniforme militar. Pretende la recentralización, la acumulación del poder en la casta poderosa de siempre, la eliminación del disidente, del diferente, pregona la insolidaridad, el regreso al pasado, el autoritarismo, la división de España en ricos y pobres, la vuelta de las viejas instituciones. Es la "segunda transición" de verdad, la del viaje de ida y vuelta. Y parece que Rajoy está empezando a ponerse en sintonía. 

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