miércoles, 24 de abril de 2013

Perversiones y pensiones



Perversiones: "Viciar con malas doctrinas o ejemplos las costumbres, la fe, el gusto, etc. Perturbar el orden o estado de cosas." Así define el DRAE la acción de pervertir. Luego las perversiones son eso vicios, esas perturbaciones. Todavía recordamos los gritos que dieron desde el PP cuando Zapatero tuvo la ocurrencia de congelar las pensiones en 2010, con efectos para 2011. ¡Cuanto vicio, cuanta perversión del Pacto de Toledo! ¡Dictador! Después incluso Rajoy prometió meter la tijera a todo menos a las pensiones, la sanidad y la educación. Mintió. Metió la tijera a la educación y sigue queriendo recortarla hasta dejarla como una simple imposición ideológica conforme con sus propios orígenes. Metió y mete la mano y la tijera en la sanidad, para que  la salud deje de ser un derecho y se convierta en un negocio, solo accesible a los que tienen "posibles". Y ahora también mete la tijera a las pensiones. El viernes pueden tomar medidas para que la jubilación sea incluso después de esos 67 años que impuso el "perverso Zapatero", y que, para colmo, quienes lleguen a esa edad necesiten, además, más años cotizados para cobrarla en su integridad. ¿Vicio por recortar? Parece que sí, que le ha cogido gusto a falsear las cosas, vicio por adulterar sus promesas electorales, corrompiendo lo que tocan. Lo vemos en el informe que ha preparado el Ministerio de Empleo (otra perversión del lenguaje, evidente a la luz de los seis millones de parados, que siguen aumentando), para ser estudiado en el Pacto de Toledo. ¿El motivo del recorte? Los "comportamientos perversos que el propio sistema de Seguridad Social origina y que no se deben perpetuar en el tiempo". Es decir, que la gente se jubile pronto y que su pensión esté actualizada según el dichoso Índice de Precios al Consumo, el "perverso" IPC, es una perversión que no debe continuar. Pero eso... ¿eso no es lo mismo que ya pensaban en el PSOE? Tanta perversión me nubla las entendederas.


Perversión, la palabra preferida por los moralistas de aquí y allá, para lanzar sobre su asustado auditorio las más duras críticas, condenas y advertencias. Piensan que son perversiones de las costumbres (esa dichosa manía de jubilarse), del gusto (ese preferencia por la cultura de los "titiriteros de la zeja"), de la fe (ese vicio de estudiar la ciencia y no la religión de nuestros antepasados) y, por supuesto, el sexo, el otro vicio... Nos acusan de perversos esos que pervierten el lenguaje cada día en sus ruedas de prensa o en sus discursos, hasta hacerlo ininteligible. ¿Perverso el comportamiento de los pensionistas? No, perversos nuestros gobernantes. 

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