domingo, 14 de abril de 2013

El 14 de abril y los intelectuales comprometidos



El verano pasado, cuando viajamos al País Vasco, hicimos una escala en Segovia. Visitamos la ciudad del acueducto romano y comprobamos que además tiene una enorme riqueza arquitectónica, de la que destacan sus edificios románicos y también góticos. Una parada en la Plaza Mayor sirvió para hacernos unas fotos en las puertas del Teatro Juan Bravo, junto a la estatua de D. Antonio Machado. Fue en ese teatro segoviano donde en febrero de 1931 se presentó la Agrupaciónal Servicio de la República, movimiento que lideraron José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala, contando con la presidencia de Machado. Unos intelectuales que reaccionaron ante la decadencia del régimen de la Restauración, exigiendo un programa de cambios tajantes para beneficio de España. Eran otros tiempos, donde intelectuales de prestigio se comprometían en el presente, para conseguir un futuro mejor para todos.

Estamos sufriendo una gran crisis en la actualidad. Una crisis económica, política, social e institucional. El desencanto ciudadano con todas las instituciones (jefatura del estado, justicia, gobierno, parlamento, sindicatos, partidos políticos...) es patente. La monarquía no era cuestionada hasta la aparición de los escándalos de corrupción que afectan a la familia real. Hemos visto errores hasta en el monarca (cacerías, accidentes frecuentes, su “amiga” Corinna...). A ello se suma la opacidad de sus cuantiosos gastos a cargo del contribuyente. Una ciudadanía cada vez más cargada de impuestos, con menos derechos y servicios del estado, víctima de los recortes y de la nula sensibilidad del estado con los que más sufren, que está muy cansada de pagar y de que, quienes tienen que ayudarles a resolver sus desventuras, derrochen sin pudor ni freno.

Para colmo vamos a una situación política que no apunta a la resolución de los problemas, sino al seguidismo sin discusión de las directrices exteriores, que nos está condenando al empobrecimiento y a la sumisión. Lo que está provocando un desapego al modelo instaurado en 1978, con una creciente “italianización” de la política, como apuntan una encuesta tras otra, con creciente desafección hacia los partidos protagonistas del arco parlamentario. A ello contribuye el pesimismo generalizado entre la ciudadanía, que no ve salida a su situación.

La Monarquía es heredera del Franquismo, se instauró tras la muerte del dictador, según lo dispuesto en la ley de sucesión. No se llegó a discutir, como otras cuestiones, cuando el proceso constituyente, de ahí la parquedad e insuficiencia de su regulación constitucional. Primero el miedo y luego la satisfacción por la actuación del monarca en el 23F consiguieron que ésta no se cuestionase por la mayoría. Hoy día esa situación ha cambiado. Muchos de los que ahora son jóvenes no conocieron esos hechos (la Dictadura, la muerte de Franco, el 23F...), por lo que no sienten motivos de freno al criticar la monarquía como otros muchos sí hemos sentido. Ya son numerosos los que piensan que no deben nada al rey, ni a su familia, y se ha perdido el pudor a la hora de criticar o hacer chanza de sus vivencias.

He criticado la visión utópica de la república, como panacea o bálsamo de Fierabrás que solucionará todos los problemas, que curará todos los males. Pero no se me escapa, como les pasa a otros, que estamos en una tesitura crucial. Esta crisis total está poniendo en cuestión hasta la forma política del Estado, la monarquía parlamentaria. Algunos piensan en la restauración de la experiencia fracasada de la II República, de cuya instauración se cumplen hoy 82 años. Pero eso sería de nuevo un error. Lo que hoy echo en falta es ese grupo de intelectuales, con el coraje necesario para exigir cambios importantes, de modelo, aunque pongan en cuestión el resultado de una Transición que ya es historia. Las instituciones que salieron de esa transición parecen en decadencia, como lo estaba el régimen de la Restauración en 1931. La Democracia está bajo mínimos, y los “intelectuales” que vemos hoy día, en nuestro país, parecen estar silenciados o su voz oculta entre el griterío habitual en los medios de comunicación. Los personajes como los Bardem o los Willy Toledo, en la izquierda, las más de las veces gritando, más que razonando y casi siempre interesados más en lo que pase en las arenas del desierto sahariano, que en los problemas de su país, no son precisamente ejemplos de esa intelectualidad que exigen los tiempos que vivimos. Como los otros “intelectuales”, los de la derecha, los SalvadorSostres y sus escándalos, los Pío Moa, “haciendo historia a martillazos” o los Mario Vaquerizo, tampoco son un ejemplo de afán constructivo y de rigor intelectual. Necesitamos otro tipo de “nueva intelectualidad” o hasta una “nueva clase política” que mire el futuro de forma diferente, con nuevas propuestas que ilusionen a la mayoría hoy desencantada. Que den ideas claras y racionales de cómo afrontar los viejos problemas enquistados, y soluciones beneficiosas para la generalidad ante los nuevos retos. Como lo intentaron aquellos ciudadanos sabios y honrados de 1931.

Sin duda vivimos en tiempos difíciles y de ello se dan cuenta hasta quienes quieren mantener el actual régimen. ¿Habrá valentía suficiente para afrontar con rigor los cambios que nos merecemos? ¿Saldrán a la luz nuevos Ortegas y Machados?


2 comentarios:

Jesús Herrera Peña dijo...

Hoy es un día muy solemne para todo republicano auténtico y hemos de tener la esperanza de que una bella mañana, como la de hoy, alguien de nuestros mismos ideales se la llegue a reencontrar. (Me temo que yo, no).

Y termino —pesimista— con los versos del Canto a la Libertad de José Antonio Labordeta:

También será posible

que esa hermosa mañana

ni tú ni yo ni el otro

la lleguemos a ver;

pero habrá que forzarla

para que pueda ser.


Estoy por la República

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Ya veremos qué nos depara el destino, Jesús.

Salud y república.