lunes, 21 de enero de 2013

Murió mi hermana Mari


Llevábamos unos días intensos. De ahí que fuese menos activo en el blog. Mi hermana Mari estaba empeorando de su enfermedad y el viernes llegó el desenlace

En sus tiempos de colegio

Mari Carmen Domínguez López era la tercera hija del matrimonio de José Domínguez Godoy y Soledad López Cabrera, el primer matrimonio de mi padre. Tenía 15 años cuando él , tras enviudar, se casó con mi madre. Era todavía una niña, la que vivía en la casa, pues los mayores, Sole y Pepe ya estaban fuera con sus ocupaciones, docente teresiana ella y él médico. Estudió lo mismo que nuestro padre, siendo integrante de la primera promoción de Ayudantes Técnicos Sanitarios, anteriormente llamados practicantes, cosa que le facilitó Pepe en Sevilla, como su primer trabajo de enfermera también en la capital hispalense.

Entre Sole y Pepe, luciendo sus hermosas trenzas de niña

Allí estuvo trabajando en el Hospital García Morato (ahora Hospital Universitario Virgen del Rocío), hasta que Pepe se casó y se trasladó a Córdoba. Entonces Mari se fue a Málaga, donde trabajaba Sole, y allí se quedó para siempre, pasando a prestar sus servicios en el Hospital Carlos Haya

Con su marido, Antonio Miguel, y Macarena, en un cumpleaños

En Málaga conoció a su marido, Antonio Miguel Olmedo Guadamuro, que falleció hace 3 años, en enero también, en 2010, cuando Andalucía se cubrió de nieve y volvimos del funeral en plena nevada. Y en Málaga se queda su única hija, Macarena, que ha cuidado de ella hasta el final, con una responsabilidad y un cariño ejemplar.

Con Roberto y conmigo, de niños, en una foto de estudio

Hace unos años Mari sufrió un ictus que le dejó muy mermada de facultades. Se quedó una noche, al entrar en el piso de vuelta de un paseo, como paralizada, absorta y sin reaccionar a las palabras de Antonio Miguel, según él nos contó. Fueron a urgencias y le dijeron lo del ataque cerebral. Luego me explicó que se le había provocado hidrocefalia y tenía una enfermedad neuronal que le iría paralizando progresivamente sus funciones. Perdió movilidad, su voz su volvió muy lenta, como sus movimientos, y se fue apagando cada vez más. Con el tiempo era casi imposible hablar con ella por teléfono porque el volumen era tan bajo que no se apreciaba casi nada. Luego empezó a repetir las palabras de su interlocutor, terminando por dejar de hablar. Siempre necesitaba de la ayuda de otra persona para desplazarse, asearse, vestirse... Sin embargo este verano pasado la notamos más "despierta". Comía con ganas y se comunicaba mejor, como vimos el día de su 67 cumpleaños. Pero en las navidades había empeorado. Luego llegó lo que creyeron una neumonía, hace un par de semanas, con fiebre alta y una gran infección, lo que hizo necesaria la administración de oxígeno. Pareció mejorar ya en casa, pero entonces dejó de comer y volvió a ser ingresada en el hospital. Su diabetes se había agravado y entró en observación. Fue luego trasladada a otro hospital, "para mantenerla". Su enfermedad provocó que le alimentaran con una sonda nasogástrica. Ya no podía moverse de la cama, y volvió la fiebre pues la infección de las vías respiratorias (lo que creían neumonía) le estaba atacando y provocando muchos dolores. A las cuatro y cuarto de la madrugada del viernes nos llamó mi cuñada Encarni, que estaba con ella, para comunicarnos el fallecimiento. Era lo esperado.

En nuestra boda, con Ana Mari, y mi cuñada Encarni y su hija Macarena

Su ictus impidió hace cuatro años que fuese mi madrina de boda, como yo quería y ella hubiese deseado. ¡Me imagino lo que habría disfrutado...! Siempre que hablaba con ella por teléfono lo primero que preguntaba era por Ana Mari y por su hijo, Miguel. Ella nos tenía un afecto especial. Como era casi una niña, el nacimiento de un hermanito, el mío, le hizo mucha ilusión. Como pasó con el nacimiento de mi hermano menor Roberto. Éramos otros juguetes más, como sus muñecas, que guardábamos en casa.

El abuelo José con sus primeros nietos, Pepito y David. Y con Mari, la tía Adelina, Carmeli, mi madre, yo, Antonio Miguel, Roberto y mi cuñada Elena

Una anécdota ilustra su pasión por los niños. Nuestra prima Carmeli era como su mejor amiga de la infancia (curiosamente el carácter de Mari y la madre de Carmeli, mi tía Adelina eran muy similares). Un día se fueron de paseo las dos llevándome en el carrito de bebé, como otras veces. Se fueron hasta el cerro de la ermita de la Virgen de Belén y se pusieron a hablar. Entonces el carro se fue por la carretera, cuesta abajo. Menos mal que se dieron cuenta y corrieron tras él, cogiéndolo sin más consecuencias. Ese fue mi primer "viaje aventurero". Con mi madre se llevaba estupendamente, como buenas amigas, con una complicidad especial que hacía que compartieran numerosas confidencias.

En el patio de la antigua casa, con los "chicos" de la familia

Mari venía a casa en vacaciones siempre, tanto cuando vivía en Sevilla, como en Málaga. En verano y en navidades. Era una fiesta cuando se trasladaba a Palma. Y no dejó de hacerlo regularmente, hasta que enfermó, ya que era un gran trastorno desplazarse, cuando su marido, además, también empeoró de sus males. Nos traía regalos y nos sacaba de paseo muchas veces, cuando éramos niños. Su carácter amable, atento, cariñoso, su voz pausada y dulce, hacían que pareciese que nunca se enfadara, hasta cuando nos reñía por alguna travesura. En casa era una más, dedicándose a las tareas que fuesen necesarias, siempre dispuesta. Siempre con su dulce y amable sonrisa. Pasara lo que pasara, porque también vivió momentos duros.

De joven, luciendo melena

Tenía especial aprecio por los niños, primero con sus hermanos, luego con todos los sobrinos. Y, por supuesto, con su hija. Era la "chica ye-ye" de la familia, algo normal en los años sesenta de su juventud. La moderna de una casa conservadora, que, para colmo, era fan de Joan Manuel Serrat. Roberto le puso muchas veces sus canciones en sus últimos días para hacerle más llevadera la espera del fin. Devota de la Virgen Macarena de Sevilla y del Betis. Y palmeña por los cuatro costados, a pesar de su larga estancia fuera, como otros, para buscarse la vida.

En casa de mi hermano Roberto, con mi madre, Macarena, mi cuñada Encarni y mi sobrino Roberto

Cerca de los sesenta años pensó en jubilarse anticipadamente, y no lo hizo. Menos mal. No mucho tiempo después la vida le traicionó con el infarto cerebral, cuando ya había prestado muchos años de servicio a los demás ayudándoles a recuperar su salud. Le dieron la jubilación anticipada, pero por invalidez. ¡Con lo que podría haber disfrutado, ya con 65 años, de su retiro! Ella, tan bondadosa, tan afable, tan discreta, tan servicial, tan dulce...Un encanto y un derroche de ternura, y generosa hasta el sacrificio. Bajita y regordeta, pero guapa, muy guapa. Su eterna alegría serena te cautivaba sin remedio. Era imposible no quererla. Yo nunca la podré olvidar. 

9 comentarios:

Avlio Cornelio Palma dijo...

Vaya, siento mucho tu pérdida. Un abrazo y ánimo.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Muchas gracias, Avlio Cornelio. Un abrazo.

EL QUINTO FORAJIDO dijo...

Lo siento mucho, os deja multitud de hermosos recuerdos.

Mari Carmen Navarro Ruiz dijo...

Schevi, sé que esta entrada dedicada a tu hermana Mari nace de lo más profundo de tu corazón porque se palapa en cada una de tus palabras, pero, sobre todo, porque es de una belleza indescriptible, es sentimiento en estado puro, emocionante y muy humana. Gracias por compartir tanto con los que te leemos. Un beso muy fuerte.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Muchas gracias, Quinto Forajido. Tienes razón, son muchos los recuerdos sus últimos regalos.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Muchas gracias, Mari Carmen. Sentimientos es lo que en estos días me inunda, no puede ser de otra manera. Un beso.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Muchas gracias, María. Sé que no hace mucho tú también pasaste por por algo así, por ello lo entiendes mejor. Besos.

Anónimo dijo...

Vaya, lo siento mucho, Mari, como mi hermana!! me ha dado repeluco al leerlo. Un abrazo!

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Sí, Alfonso, no es difícil que se dé esa coincidencia en el nombre familiar. Un abrazo.