sábado, 19 de marzo de 2011

Aquellas fiestas de San José

Mi padre se llamaba José, y cuando era niño yo viví durante unos años unas estupendas fiestas, cuando llegaba su santo. Hubo un tiempo en que en mi casa se preparaban unas "recepciones" a lo grande. Mi padre todavía era un personaje conocido y muchos de sus amigos y familiares se pasaban cada 19 de marzo por nuestra casa a felicitarle, y él les agasajaba como agradecimiento. Unos días antes mi antigua casa se convertía en un hervidero preparando aquel día señalado. Desde la mañana empezaban a aparecer conocidos, amigos, familia, todo un nutrido grupo de personas que venía a desear lo mejor para "Don José", el practicante.

La fotografía con la que ilustro la entrada muestra uno de esos momentos. En ella se ven, a la izquierda, a mi tío Emilio, hermano de mi padre, "el lechugo, el carnicero" (lechugo, mote familiar que odiaba especialmente mi padre, pero por el que conocen a mi familia paterna, para su disgusto), luego a mi hermana Soledad, mi padre, con pajarita, el autor del post (con unos años menos), mi cuñada Elena (esposa de mi hermano mayor, Pepe) y mi hermano menor, Roberto. Es ésta una de las escenas típicas de aquellas visitas y tertulias en que consistía la fiesta. Estamos en el comedor de mi antigua casa, aunque a medio día, si el tiempo lo permitía, también se celebraba en el patio o en el corral (zona de la casa que estaba al aire libre, solo cubierta por una parra, y que llamábamos así por haber tenido una cuadra, que usaba mi madre como gallinero). Venían muchos amigos de mi padre, y cada uno era agasajado con lo que le gustaba. Entonces conocí, por ejemplo, el Biter Kas, bebida sin alcohol de hierbas amargas, que le gustaba a Manolo Caro, un señor con bigote de "hilillo de hormiga", propio de los franquistas de la época. Mi padre tenía buenas relaciones con mucha gente, incluso con los "del régimen", a pesar de haberse disgustado con más de uno, en su puesto de practicante titular del ayuntamiento, por no consentir sus prácticas para enriquecerse, como era normal en aquella época.

Eran éstas unas recepciones interesantes. Por eso a mí me gustaba estar presente, entre los invitados. Se hablaba mucho y de muchas cosas. No se me olvidará cuando una vez me dijeron "vete a jugar por ahí, que esto es cosa de mayores". Tampoco se me olvidará el enfado que cogí. No pensé que estuviera molestando. Pero así eran las cosas. Desde la mañana hasta la noche, mi casa era un local repleto de invitados, con todo el estrés que ello conllevaba para mi madre y los familiares (mis hermanas, mi tía Adelina, y otras) que le ayudaban a preparar continuamente las viandas. 

No era para menos, pues además mi hermano mayor también se llama José y algunas veces la fiesta sirvió para  los dos "Pepes". Cosa que, más tarde se redobló con la aparición de mi sobrino Pepito, el hijo mayor de mi hermano, que lleva el nombre dinástico, y que, a su vez, ha pasado a su primer vástago, para que continúe la tradición familiar. Don José, Pepe y Pepito, coincidieron en las últimas fiestas del 19 de marzo, que se hicieron en la casa de la calle José de Mora número 3.

Hoy día solo viven los últimos, pues mi padre murió en 1989. Y por diversos motivos vivimos separados en la geografía española. Por eso, estén donde estén, no quiero dejar pasar la fecha y desear, como en aquellos 19 de marzo de mi niñez,  felicidades a todos.

6 comentarios:

Euphorbia dijo...

Veo que tu casa estaba llenita de Josés... la mía de Juanes.
Hay un dicho en catalán que dice así: "De Joans, Joseps i ases n'hi ha a totes les cases" --> De Juanes, Josés y burros hay en todas las casas.
(siempre he supuesto que lo de los burros era literal, por su orígen rural, digo)

Anónimo dijo...

'El practicante'. Terrorífico nombre para mí que estuve poniéndome inyecciones hasta los siete años casi todos los días. Pánico me daba.

Octavio Junco dijo...

Bonita evocación de una festividad familiar por el "día del santo" del "cabeza de familia", como antes se llamaba al padre.
La vida era enormemente más sencilla y modesta que lo es en la actualidad y por eso guardamos en nuestra memoria, de manera muy especial, festejos familiares como el que tú evocas.
Los chicos de hoy están saturados de juegos y de fiestas y dudo que guarden en su alma parecido sentimiento al tuyo.
Los motes populares son una estúpida y abominable tradición castellana, y no perdamos de vista que Andalucía es, históricamente hablando, el reino de Castilla.
En los pueblos castellanos toda familia tiene su mote, que se transmite inexorablemente de generación en generación, y así nos ocurre a nosotros, aunque en menor medida.
Tengo oído, de muchos años atrás, que a una tía de tu padre le llamaban "la lechuga" (probablemente cultivaba, o vendía hortalizas) y de ahí su transmisión a los sobrinos.
Si algo puede hoy (con el auge de los medios de comunicación y la ampliación de fronteras culturales que vivimos) considerarse paleto y manifestación de aldeanismo cultural y mental es usar los motes para mencionar a cualquier persona o familia.
Conservo una extensísima relación de motes palmeños que me entregó hace años un amigo a quien el pueblo conocía por el mote, más que por el nombre. Este amigo tuvo el curioso deseo de recopilar todos los motes usados en Palma, probablemente para darse explicación ―si no justificación― del suyo propio.
Algunos de dichos motes son para morirse de risa (por ejemplo “polla hierro”, aspirando la hache), pero insisto en que pertenecen a un pasado todo lo chistoso y típico que se quiera, pero que hoy no se justifica.
Sólo señalar que “las prácticas para enriquecerse”, que mencionas, no sólo eran normales en aquella época, como también dices. Hoy están a la orden del día. Los sinvergüenzas no se extinguieron con el régimen franquista, para desdicha nuestra; se extinguió el uso del bigotito y poco más.
Saludos cordiales.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Euphorbia, yo supongo también que es literal, aunque conociendo la socarronería rural, tampoco descarto que lo del burro que sea en sentido figurado. ¿No?. Humor nunca ha faltado en el campo, jajaja.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Alfonso, también tenía para mí un sentido terrible. Mi padre me ponía inyecciones y cualquier pinchazo me daba miedo. Él tenía una técnica para "amortiguar" el dolor causado por la aguja: dar un cachete antes, que "atontaba" algo la parte a agujerear. Pero a mí no me hacía efecto, o, más bien, me hacía el doble efecto de la doble agresión. Sobre todo cuando perdió algo de facultades debido a la pérdida de visión.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Gracias, Octavio Junco. Como dices, las fiestas de entonces, al ser escasas en número y derroche, eran algo para recordar, sobre todo para un niño como era yo entonces. El bullicio de las visitas era algo alegre que cambiaba la rutina del hogar.

Respecto a lo de los motes coincido con tu opinión. Sé de varias versiones del origen del mote familiar que tanto odiaba mi padre. Ninguno presentable. En muchos casos eso de los motes era una forma de desprecio a quienes lo tenían que soportar. Por eso son muchos graciosos, como son también crueles. Creo que mi suegro también hizo una recopilación manuscrita de motes de Palma. Ya preguntaré.

Lo de la corrupción no lo quería circunscribir a aquellas épocas. Por supuesto que, desgraciadamente, se da en la actualidad. Al menos hemos ganado en cierto rechazo social, aunque sea selectivo (no se rechaza igual la corrupción de políticos de izquierda, que la de los de derechas: a las pruebas electorales y demoscópicas me remito). Lo que sí nos diferencia ahora es que esa forma de enriquecerse por el cargo público no se considera normal. Recuerdo las conversaciones en casa cuando se decía que alcalde y concejales "cobraban de las obras" (es decir, la comisión correspondiente) y se veía como algo lógico, por la gente normal y corriente, que justificaba el que no tuviesen sueldo los miembros de la corporación. Algo que se extendía, para otras actividades municipales, a la actuación de los funcionarios, que tenían sueldos bajísimos, no solo respecto a sus sueldos actuales, sin también respecto a los habituales de la época en el sector privado. Una cosa que hizo la nueva corporación del 79 fue "dignificar" esos salarios, para evitar las "mordidas", "comisiones", sobresueldos, "propinas", etc. Y me consta que en el fuero interno del ciudadano de cierta edad es todavía normal que se acuda a estos "favores pagados". En fin, queda todavía mucha pedagogía cívica por aplicar, desgraciadamente. Cosa a la que no ayuda, precisamente, el "y tú más" que practican todos los partidos, sin excepción.

Saludos.