miércoles, 25 de noviembre de 2009

Día internacional contra la violencia de género

Mi tía me llevó a su casa antes de irnos a la mía, para soltar la compra. Estando en la cocina llegó su marido, discutieron algo y él, con un cuchillo de cocina, le asestó unas doce puñaladas. Mi prima llegó entonces e intentó separarles para proteger a su madre. Ésta cayó sobre una cocina de carbón, mientras su marido le atacaba. Los restos del fogón inundaron el aire de la habitación, además de los gritos de mi prima y los de mi tía, que cada vez iban menguando por la pérdida de fuerzas, al desangrarse. Todo era muy confuso, como ese ambiente de polvareda, sangre y voces. Los gritos, el ruido de la lucha y de los objetos cayéndose, y mi llanto, alertaron a los vecinos, que pudieron impedir que la carnicería prosiguiera. Menos mal. Pudieron trasladar a mi tía al hospital cercano y se salvó. Su marido fue ingresado de por vida en un establecimiento psiquiátrico, tras el juicio (creo), pues era un enfermo mental, además de alcohólico. Nunca más volví a verle.

Durante mucho tiempo me asaltaron pesadillas y de noche me despertaba gritando "¡polvo, polvo!", según me contó muchos años después mi madre, cuando me preguntó si me acordaba de este incidente. No entendía a qué me refería. Yo, durante años, lo consideré una pesadilla, que se repetía caprichosamente en mi cabeza, sin saber por qué, cuando veía esa violenta escena envuelta en el hollín de la cocina, levantado por el estrépito y la brusquedad de la agresión. Mi mente la guardaba como ese mal sueño, que algún tiempo después dejó de torturarme durante el descanso nocturno. Hasta que me preguntaron, siendo ya adulto, y mis tíos ya habían fallecido.

Tenía yo unos dos o tres años de edad, cuando presencié esto que cuento, un relato que, con circunstancias concretas diferentes, se repite también en la actualidad, en demasiadas ocasiones. Como ocurría antes y ocurre siempre que se considera a la mujer como un objeto, una propiedad más, sin derechos, sin dignidad, con la que se puede hacer lo que se quiera. Cuando la pareja es un enfermo muy peligroso.

Me ha costado escribir esto, pero, un día como hoy, queda como testimonio del horror. Un recuerdo a las víctimas. Para que no vuelva a repetirse. Así sea.

4 comentarios:

Montse dijo...

Has sido valiente y creo que has hecho muy bien en contarlo. Hay que alzar la voz, no callarse, para acabar con esta lacra, para evitar que otras niñas tenga que vivir la amarga experiencia que tú viviste.

Un abrazo y mucha fuerza, Montse.

http://montsepedroche.wordpress.com/2009/11/25/25-de-noviembre-dia-internacional-de-la-eliminacion-de-la-violencia-contra-la-mujer/

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Muchas gracias, Montse. Me alegra que contar esta experiencia sirva. Ojalá no vuelvan a ocurrir cosas como ésta. Pocos de mi gente más cercana la conoce, pero tenía que contarlo algún día. Y hoy, mejor que nunca.

Gracias por pasar por mi blog. Un abrazo.

Alberto dijo...

Has puesto tu granito de arena contra la violencia de genero.
Gracias por ello.
Un fuerte abrazo

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Todos podemos poner algo, un granito, una palada, una montaña de arena, que fragüe y se convierta en muralla contra los malos tratos y toda la violencia. Gracias a ti, Alberto. Un abrazo.