domingo, 11 de enero de 2009

Víctimas inocentes

Desde el inicio de las hostilidades en Gaza, los noticiarios nos repiten una y otra vez el balance de muertos de los palestinos, haciendo muchas veces hincapié en el término de víctimas inocentes, cuando vemos imágenes de niños heridos o muertos en los ataques israelíes, sobre todo (de los ataques de Hamas se habla poco).

Me estaba resistiendo a hablar de este tema palestino-israelí. Pero este pasado fin de semana se han realizado manifestaciones en toda España pidiendo el cese de la guerra (cosa con la que estoy de acuerdo) y el tratamiento que se le está dando al asunto me parece que “cojea”. No solo por obviar que el conflicto se inicia por los ataques de Hamas al terminar la tregua pactada (y muchas veces violada del lado palestino), sino porque se exige el fin del problema y se pone el acento en la víctimas, sin tener en cuenta el origen remoto de la guerra, adoptándose una visión “cristiana” y, por tanto, errónea del conflicto. Me explico.

El término inocente se emplea mucho por los cristianos para referirse por ejemplo, al aborto, cuando se oponen porque “hay una víctima inocente”. Es como si el aborto no fuese rechazable si la “víctima” fuese “culpable”. Nietzsche criticó la moral occidental por su negación de la vida, heredada del cristianismo. No hay que ser un experto en filosofía para entender que no le faltaba razón. El cristiano busca la salvación, entendida como la derrota de la muerte, por la resurrección (a imagen de la supuesta de su máximo profeta, Jesús), que vendrá tras el juicio final, donde se valorarán sus acciones en la vida terrena. Todos sabemos que los seres vivos se distinguen porque “nacen, crecen, viven, se reproducen y mueren”. No hay vida sin muerte, luego la máxima aspiración del cristiano va contra un elemento esencial de la vida. Y creen que esa salvación se consigue tras ese veredicto de culpabilidad o inocencia, dictado por su dios en el juicio final. Por eso ponen el acento siempre en esa cualidad. Rechazan la muerte del inocente, porque consideran la muerte un castigo, luego ¿aceptan y defienden la muerte del culpable?. ¿Qué entienden por culpable?. ¿Identifican la culpabilidad del asesino con la del no creyente o el inmoral?. ¿Por eso no reconocen los mismos derechos a éstos, como a los ateos o los homosexuales?.

El cristianismo es un movimiento sectario del judaísmo. Sin embargo en éste no vemos tanta importancia del concepto de culpabilidad individual frente a su dios. Hay, sí, una culpabilidad colectiva, la traición a la alianza entre Yahvéh y el pueblo israelita, liderado por Moisés, por la que estuvo vagando tras la supuesta huída de Egipto, y luchando para encontrar la tierra prometida a Abraham, al volver al paganismo del becerro de oro. Muchos siglos de guerras contra los pueblos que ocupaban ese espacio del este del mediterráneo. Y muchas luchas y derrotas frente a otros pueblos que han considerado a Palestina tierra de paso para sus conquistas u objeto de las mismas. Recordemos la conquista de estas tierras, tras la muerte de Moisés, después de que Yahvéh les prometiera en Egipto: “Y Yo he descendido para librarlos de las manos de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo” (Exodo. 3:8). Los hebreos se instalaron en la tierra prometida, no sin antes luchar a muerte con estos pobladores anteriores, que, por cierto no son los ascendientes de los actuales palestinos, herederos de las tribus árabes que llegaron con la expansión del Islam y el empuje turco. Estos antiguos habitantes eran de otra etnia mediterránea (no semitas, sino camitas) emparentados con los actuales moradores de Túnez, Malta, Argelia o Sicilia. Curiosamente, los palestinos y los judíos reivindican un origen ancestral común, el de los descendientes de Abraham (unos, los judíos, descendientes de la rama de Isaac, otros, los árabes, descendientes de la rama de Ismael). Incluso, los filisteos, como el gigante Goliat que peleó con David (el paradigma del mesianismo posterior), de cuyo nombre proviene el toponímico Palestina (dado por los romanos al territorio definitivamente pacificado tras la derrota judía y el saqueo de Jerusalem por las tropas de Vespasiano, para borrar la memoria de semejante reino rebelde), pudieron tener origen o cultura ajena a la zona, tal vez indoeuropea, como han demostrado recientes descubrimientos arqueológicos.

Todos los episodios de luchas, que culminan con la diáspora, tras los fracasos de los últimos Mesías, impregnan al judaísmo de cierto pesimismo y resentimiento colectivo, que se considera culpable (y así se sostiene por los sacerdotes) por considerar traicionada esa alianza con Yahvéh. El sionismo es la plasmación moderna de ese afán colectivo por restablecer la paz con su dios y obtener el favor de éste recuperando las tierras perdidas antaño. Por eso no entra en juego ningún sentimiento de culpabilidad individual. Todos están obligados a cumplir, como nación, la voluntad de Yahvéh, y quienes se opongan no son inocentes ni culpables, sino meros obstáculos para hacer realidad ese pacto sagrado: 'Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies. !Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos...!' (Salmo 109/110, 1-2).

No podemos ver este conflicto solo con nuestras anteojeras heredadas del cristianismo, pues nos hacen destacar las muertes de los inocentes. Sin embargo, Israel, que no tiene esa concepción, no ve ese matiz. Los muertos son elementos accidentales, como dice el comunicado de la embajada israelí en respuesta a las manifestaciones de condena de la guerra: "La pretensión de dar lecciones de moral a Israel no es coherente y carece de fundamento. Lamentablemente, en todas las guerras caen víctimas inocentes. Las operaciones de la OTAN en Yugoslavia hace una década o en Afganistán en el presente, han causado miles de víctimas inocentes.
En ambos casos, existía -y existe- un amplio consenso europeo en cuanto a las intervenciones, aunque ni Yugoslavia ni Afganistán han puesto en duda el derecho a la existencia de Europa en la forma en la cual lo hace Hamás respecto a Israel". Para el judaísmo la muerte no es una condena, luego, como en estos casos, no se deben tratar en términos de un juicio a las víctimas. Son elementos accidentales, necesarios para conseguir el objetivo final.

Lo malo es que el objetivo final hebreo (y con esto vuelvo al segundo motivo de escribir sobre lo que quería evitar) coincide con el de los palestinos: hacer de aquel territorio el hogar nacional exclusivo. Y eso hace imposible encontrar la solución al conflicto. Tanto unos como otros consideran exclusivo el territorio: los palestinos, desde la declaración de independencia de Israel en 1948, los judíos desde unos tres mil años antes. Con lo que no valen legitimidades territoriales históricas para nadie. Y todos queriendo hacer real ese objetivo por la fuerza y a costa de la destrucción del otro. Es terrible el derramamiento de sangre al que estamos asistiendo. Es cierto, sí, señores diplomáticos de Israel, con doble moral, ya que a Occidente le interesa un Israel democrático y fuerte en la zona, frente a las tiranías islamistas (amenazantes) de alrededor, pero no haciendo de esto (y del holocausto sufrido históricamente) una excusa para el exterminio de poblaciones enteras. Es cierto porque también olvidamos los ataques (por muy débiles que sean) que sufren a diario los habitantes de Israel y las alianzas de sus enemigos (recordemos cuando Y. Arafat se coaligó con Iraq en la guerra del golfo), que varían según interesan al tirano de turno, llegando a convertirse los propios palestinos en víctimas de sus supuestos aliados en la fe (como ocurrió con los jordanos en el famoso septiembre negro, o como está ocurriendo con el “silencio” cómplice de Al Fatah)

Sí, es terrible este derramamiento de sangre, pero hastía tener que tomar partido en un conflicto al que no le veo solución.

2 comentarios:

Silvia_D dijo...

Si es que yo siempre veo la sombra de lo económico detrás todos estos conflictos y elegir bando? pues es que a estas alturas, todos me parecen asesinos, son asesinos.

Siento pena por la degradación de la raza humana en general, sin señalar hacia ningún lado y claro, los que más sufren los "daños colaterales" los más débiles. Se pelean por un "cacho" tierra para morir en ella porque a este paso no va a quedar ni uno vivo de ningún bando, vamos que se cargan hasta a el apuntador.

Cubiertos, todos de sangre del contrario... a ver quién es el que descubre al inocente.

No sé, no entiendo nada...

Gracias por el repaso de historia, ha sido genial, siempre lo son, tus post :)

Besos

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Es lo que me pasa a mí, no me apetece elegir bando, tomar partido por unos u otros. Por lo que hacen y por motivos históricos, como los que comento en el post (tal vez algo atropelladamente, por resumir). Y cansa tanta violencia donde unos y otros han aprendido a usar "escudos humanos" para agravar los efectos de los ataques, con la propaganda sensible sobre las "víctimas civiles".
Lo que no veo aquí es "la sombra de lo económico". Al menos de forma inmediata. Esas tierras son un erial, desérticas, desde tiempos remotos, hasta que precisamente los israelíes establecieron los kibutzin y la agricultura intensiva con riego por goteo. De la que se han aprovechado los palestinos para progresar, crecer en población, y para consolidar la "conciencia nacional" que antes no podían tener (por ser de diversos orígenes) y no tenían.
En fin, decía que evitaba escribir de esto porque me asquea y muchas veces me he acordado de cuando era niño, leía el catecismo y no entendía que se afirmara en él que "los cristianos somos el pueblo elegido actual", ilustrándolo con imágenes de los "antecesores", señores con chilaba, cuidando cabras u ovejas en desiertos lejanos...Yo tampoco entendía nada.
No me enrollo más, muchas gracías por pasarte por aquí y dejar tu opinión. Besos.